Eduardo Moga me hizo una amable
observación: al colocar en mi blog un enlace a su blog, no respeté la doble epéntesis del título (corónicas e Ingalaterra). Ya corregí
mi error de lectura. ¡Pero cómo es la mente, tan independiente de nuestra voluntad, tan sobrada
de sí misma! Huele como quiere, toca como quiere, lee como quiere, no hace caso
más que a su propia realidad. Yo leí “Crónicas de Inglaterra” donde calaramente
dice “Corónicas de Ingalaterra”. Y mi mente, necia, decidió que Moga escribió
mal el nombre de su bitácora.
Tras esta experiencia, me entra un
gran pavor.
Digresión: digo que “me entra” y no
que “me brota”. Y esto me recuerda que aún no resuelvo la siguiente incógnita:
¿Estaré con Juan Manuel en Londres durante la primera semana del octubre que viene o
durante la primera semana del octubre al que vamos?
En fin, que me entra el pavor porque…¡cómo
es la mente! También sueña lo que quiere,
por supuesto. Pero esto ya lo sabía yo. Lo que no sabía muy bien es que
durante la vigilia la mente también hace su santa voluntad y no la nuestra.
¿Toqué alguna vez a la mujer que fue
mi mujer, o toqué sólo a la mujer que mi mente inventó y dio por sentada?
¿Entré en ella o entré sólo en el espejismo de mi deseo?
De estos engaños mentales me he dado
cuenta cada vez que quiero tomar el lápiz verde que está junto al lápiz rojo.
Estoy seguro de tomar el lápiz verde, pero al escribir con él resulta
que pinta rojo.
Supongo que padezco alguna
enfermedad mental. La realidad se me escapa de los ojos.
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