domingo, 28 de junio de 2015

La puerta de los traidores


Nor does Hogarth, in painting the same scene in his own "Persus Descending", make out one with better. The huge corpulence of that Hogarthian monster undulates on the surface, scarcely drawing one inch of water. It has a sort of howdah on its back, and its distended tusked mouth into with the billows are rolling, might be taken for the Traitors' Gate leading from the Thames by water into the Tower.

Tampoco Hogarth*, al pintar la misma escena en "El descenso de Perseo", logra un resultado ni una pizca mejor. La enorme corpulencia del monstruo hogarthiano ondula en la superficie, desplazando apenas una pulgada de agua. Tiene una especie de silla de montar elefantes** en su lomo, y su distendida boca dotada de colmillos, en la que las olas están entrando, podría confundirse con la Puerta de los Traidores, que conduce por el agua desde el Támesis a la Torre***.

Moby Dick, Capítulo 55

*Ismael se refiere al ilustrador inglés William Hogarth (1697-1764)

**Fernando Velasco traduce "howdah" como "silla de montar elefantes", lo que puede confundir al lector. Yo hubiera dejado la palabra "howdah", para luego poner una nota a pie de página con la definición: "Howdah: versión inglesa de un vocablo hindi: compartimiento posicionado sobre el lomo de un elefante, u ocasionalmente sobre algún otro animal". Sea como sea, yo no veo el palanquín sobre el lomo de la ballena.


***"La Torre de Santo Tomás (s. XIII) defendía la puerta de acceso a la fortaleza desde el Támesis, principal vía de comunicación de la ciudad. Pasó a llamarse Puerta de los Traidores cuando empezó a ser utilizada como acceso secreto para introducir a los prisioneros de Estado. En la torre se halla la Gran Cámara de Eduardo I." Guía Michelin

domingo, 21 de junio de 2015

The Archway Tavern


Para mí, uno de los mejores discos de The Kinks es, sin duda, Muswell Hillbillies, publicado a fines de 1971. Para quien desee comprobarlo, dejo en marginalia una liga al disco Aquí sólo diré que Juan Manuel y yo visitaremos la Archway Tavern, cuyo interior se reproduce en la portada y contrapartada del álbum.


El castillo de Otranto

Después de gozar en la soledad de esta novela gótica (1764), tuve la ocurrencia de leerla en voz alta frente a un grupo de quinceañeras, en 1981. La historia de Manfredo, príncipe de Otranto, atrapó y conmovió a las niñas… hasta un poco antes del final. Llegado el desenlace, las señoritas se quejaron de la solución sobrenatural de este sangriento relato. 

La queja me enfadó. ¡Horace Walpole (1717-1797) nos había conmovido con la descripción de los personajes y sus aventuras! No me pareció justo que las escuinclas lo condenaran por la insatisfacción que les había producido el final.

No expresé mi enojo (o tal vez sí), pero llegué a la casa y escribí en un cuaderno: "Qué curioso, un fenómeno sobrenatural (la aparición de san Nicolás) es tachado de absurdo precisamente por quienes nunca dudaría de la resurrección de Jesús ni de su ascensión a los cielos. Quién las entiende."

Reconozcamos, sin embargo, que la novela de Walpole pertenece a las novelas de éxito del siglo XVIII, "folletines de lacrimoso sentimentalismo, a menudo ilustrado por un fondo medievalista de cartón piedra, con castillos, pasadizos secretos, noches de luna, ermitaños, crímenes y paisajes italianos u orientales" (estoy citando a Martín de Riquer y José Ma. Valverde, quienes no dejan títere con cabeza y definen El castillo de Otranto como la representación de la tendencia exótica y melodramática de aquellos días).

En esos mismos días, las novelas de Jane Austen eran aprobadas de manera reluctante y tardaban en ser publicadas, según señalan los mismos críticos en la página 464 del segundo tomo de su Historia de la Literatura Universal.

La casa de Walpole, que inaugura el neogótico en la arquitectura europea, es vista por algunos como un "caprichoso batiburrillo" que coincide con la artificiosidad literaria de Fanny Burney, William Beckford, Matthew G. Lewis, Ann Radcliffe, Mary Shelley y el mismo Walpole, hecho que, al menos ante mis ojos, no necesariamente le resta "encanto". Admito que leí gusto y con mucho placer tanto El castillo de Otranto como Vathek, El Monje y El moderno Prometeo. Por tanto, supongo que puedo visitar Strawberry Hill y recorrer sus interiores con esa misma condescendencia estética. 


Acaso podríamos visitar la casa de Walpole, Strawberry Hill, cerca de Twickenham.

Longplayer, de Jem Finer



Longplayer, compuesta por Jem Finer, es una pieza que comenzó a tocarse el 1 de enero de 2000 y que terminará de ejecutarse el 31 de diciembre de 2999. En realidad, Fines compuso la base, que dura aproximadamente veinte minutos. La pieza está siendo "ejecutada" desde hace catorce años por una computadora (este texto fue escrito en 2015). La parte que está ocurriendo en estos momentos puede ser escuchada en el Trinity Buoy Wharf (Londres). Allá iremos, por supuesto, a escuchar la parte que esté ocurriendo en octubre…

Jem Finer

Longplayer supera en tiempo la pieza para órgano de John Cage que desde 2001 está interpretándose en la iglesia de Saint Buchardi, en Halberstadt, Alemania, y que habrá de durar 639 años (tiene trece años de estar siendo ejecutada en dicha iglesia y concluirá en 2640).



La pieza de Finer y la pieza de Cage son primar hermanas de mi Absorto ante Calipigia. Sin embargo, las diferencias son muchas: Absorto sólo dura cuarenta años y contiene apenas un par de notas. Además y a diferencia de sus primas, mi pieza sólo está en el papel, nunca ha sido ejecutada.

No me desanimo, sin embargo.



This living hand, now warm and capable


Insatisfecho ante (con, de) las traducciones que aparecen en internet, he decidido hacer mi propia versión en español de This living hand, de John Keats. Espero que mis amigos bilingües y los admiradores del poeta sepan perdonar mi atrevimiento.

Esta mano viva, ahora tibia y capaz
de estrechar con vigor, si estuviera fría
y en el helado silencio de la tumba,
acecharía tus días y helaría de noche tus sueños
hasta que desearas que tu propio corazón se secara de sangre
para que en mis venas la roja vida fluyera de nuevo,
y tu conciencia se calmara. Mira, aquí está,
la tiendo hacia ti.

This living hand, now warm and capable
of earnest grasping, would, if it were cold
and in the icy silence of the tomb,
so haunt thy days and chill thy dreaming nights
that thou would wish thine own heart dry of blood
so in my veins red life might stream again,
and thou be conscience calm's. See, here it is,
I hold it towards you.

Terminen con la austeridad ahora



Decenas de miles de manifestantes se congregaron este sábado frente al Parlamento británico para protestar contra los planes del gobierno conservador del primer ministro David Cameron de realizar más recortes al gasto público.

Con carteles que decían “Terminen con la austeridad ahora”, los inconformes marcharon desde el Banco de Inglaterra, ubicado en el corazón del distrito financiero de Londres, en una protesta que según los organizadores atrajo a miles de personas. La policía se negó a estimar la cantidad de asistentes.

Un pequeño número de manifestantes encendió bombas de humo de color rojo, en una marcha que se desarrolló sin incidentes violentos.

Los conservadores británicos obtuvieron inesperadamente la mayoría en las elecciones nacionales de mayo. Desde entonces, el ministro de Finanzas, George Osborne, ha dicho que quiere que todos los departamentos administrativos realicen mayores recortes este año y se comprometan con el gobierno a registrar un superávit.


Cameron planea reducir el gasto en 19 mil millones de dólares en beneficios de la seguridad social, argumentando que los altos niveles de deuda pública volverían vulnerable a Gran Bretaña si hubiera otra crisis financiera global.

Nota de Reuters publicada por La Jornada. 21 de junio de 2015.

viernes, 12 de junio de 2015

Dios y mi derecho





El lema Dieu et mon droit, que se encuentra en el escudo de armas usado desde principios del siglo XV por la monarquía británica, se remonta a la Batalla de Gisors, en donde Ricardo I la pronunció para justificar su acción bélica (Dios y mi derecho, Dios es mi derecho). Dicha batalla entre un Plantagenet y un Capeto ocurrió en 1198, y en ella Ricardo Corazón de León venció a Felipe II de Francia.

772 años más tarde, Ringo Starr parodió la consigna (Duit on mon dei) y la colocó sobre la galería de amigos que aparece en la portada de su álbum de 1973, con la manzana de Apple y las máscaras del drama, a manera de escudo o medallón. Harry Nilsson, por su parte, intituló Duit on mon dei a su álbum de 1975, aquel disco que contiene, entre sus excelencias, Jesus Christ you’re tall, Down by the sea y Kojak Columbo. 


En cuanto a Honi soit qui mal y pensé, las traducciones no me satisfacen, así que me valdré de una hermosa voz que puede rastrearse hasta Góngora e incluso hasta los autos sacramentales de su época: la interjección mal haya.

¡Mal haya quien mal piense!

De esta execración hablaré en la siguiente entrega.

martes, 9 de junio de 2015

Mapa de Londres

Este mapa viene dentro de la guía que me regalaron Ceci y Bego

G.K. Chesterton, London and Modernity



G. K. Chesterton, London and Modernity is the first book to explore the persistent theme of the city in Chesterton's writing. Situating him in relation to both Victorian and Modernist literary paradigms, the book explores a range of theoretical and methodological approaches to address the way his imaginative investments and political interventions conceive urban modernity and the central figure of London. While Chesterton's work has often been valued for its wit and whimsy, this book argues that he is also a distinctive urban commentator, whose sophistication has been underappreciated in comparison to more canonical contemporaries. With chapters written by leading scholars in the field of 20th-century literature, the book also provides fresh readings and suggests new contexts for central texts such as The Man Who Was Thursday, The Napoleon of Notting Hill and the Father Brown stories. It also discusses lesser-known works, such as Manalive and The Resurrection of Rome, drawing out their significance for scholars interested in urban representation and practice in the first three decades of the 20th century.

Picadilly Circus hace 42 años


1973. Octavio y Enrique en Londres.
Shaftesbury Memorial Fountain de Piccadilly Circus
No sabemos quién es la mujer que los acompaña.

domingo, 7 de junio de 2015

Historia de dos novelas


Acuarela de Charles Edmund Brock (1938)

Charles Dickens publica Historia de dos ciudades en 1859. Victor Hugo publica Los miserables en 1862. 

Jan Valjean (Los miserables) y Alexander Manette (Historia de dos ciudades) padecen injustamente la cárcel y envejecen durante el proceso de su liberación; pero ambos logran ver a sus respectivas hijas crecer y florecer en el amor.

Valjean y Manette son rescatados moralmente por dos huérfanas: Cosette y Lucie (aunque, en el caso de la primera, Jean Valjean la salva de los malvados Thénardier, mientras que en el caso de la segunda es ella la que recibe a su padre de manos de los "heroicos" Defarge). El primero adopta a Cosette como hija. El segundo es padre de Lucie.

De Lucie y Cosette se enamoran dos hombres que luchan contra la injustica de los poderosos: Marius Pontmercy y Charles Darnay. Ellos, por su parte, se esfuerzan por esconder su origen (son hijos de nobles y se criaron en el pensamiento monárquico, pero terminaron rechazándolo). Ambos padecen el mal trato de su pariente más cercano: Monsieur Guillernormand (abuelo de Marius) y el marqués St. Evrémond (tío de Charles).

Más allá de las coincidencias (que aún sigo estudiando), lo que me interesa es hablar de la casa del doctor Manette, que en la novela de Dickens se encuentra en Soho Square. El Soho es el escenario del enamoramiento de Charles Darnay, como el Jardín del Luxemburgo lo es para Marius Pontmercy. Hablaré de ello en la próxima entrega.

NOTA. Según entiendo, la acuarela de Ch. E. Brock está en manos de Sothesby`s, cuya sede principal se encuentra en los números 34 y 35 de New Bond Street.


Dido y Eneas, de Henry Purcell

Eneas conoce a Dido / Nathaniel Dance-Holland (1766)

Grief increaces by concealing.
La aflicción aumenta al ocultarla.
Belinda, en Dido y Eneas
de Henry Purcell y Nahum Tate.

Soy Dido, con apócrifo Ascanio entre los brazos, 
o tal vez la misma fenicia pero en los Campos Llorosos. 
Ginecomancia, de AAT

En Las Bodas de Baco y Ariadna, Tintoretto presenta a un Baco extraviado y solo. Situación extraña, porque el enólogo, a fe de Paul Veyne, siempre se encuentra acompañado por parientes ebrios y fanáticos en éxtasis. Aquí, en cambio, no fue invitado séquito alguno, sólo Afrodita, y la asistencia de la diosa va más allá de la necesidad plástica, rebasa la búsqueda del equilibrio formal y toca los desórdenes de la lujuria mitológica, porque Venus, alguna vez amante del mismo Baco, es madre de Eneas, y entonces resulta inevitable hablar de otra desventurada: Dido, que tanto se parece en sus penas a la inocente Ariadna.

Virgilio cuenta cómo la princesa fenicia, al saberse abandonada por el troyano, cubierta ya de una mortal palidez, se precipita al interior de su palacio, sube furiosa a lo alto de la pira y desenvaina la espada de Eneas (y, después de un discurso de lamento y rabia) sus doncellas la ven caer a impulso del hierro y ven la espada llena de espumosa sangre y sus manos todas ensangrentadas. Más tarde, ya en los Campos Llorosos de ultratumba, vuelve a saberse de Dido, la hermosa fundadora de Cartago, que s’ancise amorosa (ella se encuentra, según Dante, en el círculo de la lujuria, el de los incontinentes carnales, cuyo castigo es ser agitados por un huracán). Ahora, ya sólo es sombra, pedernal, roca marpesia; su rostro se parece al de la Ariadna que pinta Tintoretto, ese rostro en el que se vislumbra una especie de luto o duelo contenido, a pesar de los regalos que recibe del adolescente y disoluto Baco.

Recuerdo otros semblantes, y con ellos mido mis palabras. La María de Rafael Sanzio en Las Bodas de la Virgen (ella también recibe el anillo, pero un testigo más grave que Venus oficia la ceremonia), la esposa de Arnolfini, en el cuadro de Jan van Eyck (que se encuentra en la National Gallery y que, por tanto, tendremos la oportunidad de conocer en persona), y la Suzon que en el bar del Folies-Bergere retrató Manet.


Hay, en los tres casos, como en muchos otros, circunspección, reserva, mirada que quiere contar la larga historia de algún desconsuelo; pero no es exactamente la inclinación dolorosa que observo en la Ariadna del veneciano. Y es que ella, como Dido, también conoció la inconsistencia de los hombres, esa deslealtad que provoca elegías en las mujeres de todas partes (élegos, llanto).


Dama de la corte en China, pastora en Mithila, princesa en Knossos, congregante en Amula (Yo no tengo marido, Lucas –farfulla Nieves García-. ¿No te acuerdas que fui tu novia? Te esperé y te esperé y me quedé esperando. Luego supe que te habías casado. Ya a esas alturas nadie me quería), en todos los lugares, en todas las historias, es la mujer quien pronuncia el discurso de la ausencia; aunque, si pienso en el bolero y en el blues, ¿cómo resolver entonces la contradicción que presentan tales excepciones? Que Barthes me asista: …en todo hombre que dice la ausencia del otro, lo femenino se declara: este hombre que espera y que sufre, está milagrosamente feminidad.


La ópera de Purcell

Yo sugiero que antes de escuchar la ópera Dido y Eneas compuesta por Henry Purcell en 1682, se lea la Eneida de Virgilio (en particular, el Libro IV), pues es así como se disfruta más el dolor de Dido ante el abandono de Eneas, y porque, además, el libreto de Nahum Tate (1652-1715) apenas si esboza a los personas y sus motivaciones para el drama.

La obra fue ejecutada por vez primera en 1689, en la residencia escolar para señoritas de Josias Priest, en Londres, y no volvió a interpretarse hasta once años después, en el teatro de Lincoln’s Inn Fields.

A fe de los conocedores, el lamento que canta Dido al morir, When I am laid in earth, es uno de los momentos más hermosos y célebres de la historia de la ópera.

Henry Purcell (1659-1695) se encuentra enterrado en el pasillo del coro norte de la Abadía de Westminster.

Transcribo parte del texto que aparece en el programa de mano de la representación hecha en 2011 por el Coro Musicalia de Valladolid.

De nuevo, ante nosotros, la eterna lucha de las pasiones humanas, esta vez bajo la forma de una ópera verdaderamente acertada en cuanto a brevedad y precisión dramática de su libreto. No cabe duda de que estamos ante la ópera de habla inglesa más popular de la historia de la música, una obra que conserva un lugar de honor entre las producciones de todas las grandes compañías europeas.  Si a ello le unimos el hecho de ser la tragedia en música que mejores resultados formales ha dado en su género, al menos hasta la llegada del Peter Grimes de Britten, tres siglos más tarde, tendremos la receta para un éxito operístico asegurado. No podemos negar, en cambio, que los problemas editoriales que ha sufrido esta obra podrían haber sido más que suficientes para anularla del panorama músical: para empezar, no se conserva ningún manuscrito autógrafo de la partitura; el prólogo se ha perdido completamente; y, para colmo, nadie puede estar seguro en cuanto a las pautas a seguir a la hora de dividir los actos, o en cuanto a si las danzas consignadas son imprescindibles y necesarias para el transcurso de la obra.

En cuanto a la música de Purcell, vemos cómo se centra en lo fundamental, prescindiendo de circunstancias narrativas secundarias o de un trasfondo escénico que pudiera apartar la atención de lo primordial, pero consiguiendo, sin embargo, evitar la banalidad y la falta de originalidad. En la brevedad y aparente neutralidad de esta obra se encuentra después el poder emotivo de momentos culminantes que, despojados de objetivos transversales, logran condensar la atención y emociones del oyente: hablamos de escenas tan dramáticas como el lamento de Dido "When I am laid in earth", o su anterior discusión con Eneas.

Por su parte, el texto de Nahum Tate, es virtualmente perfecto y condensa sin estridencias ni rupturas afectos tan enfrentados entre sí que se diría estar asistiendo a la vida misma, de no ser porque la vida nunca se atrevería a tanto. El drama, en esta obra, proviene de un personaje que no tiene voz, que ni siquiera aparece, pero que lo controla todo desde su omnipotencia. Es el Destino, el gran ordenamiento previo del curso de la vida, de cuya aceptación provienen las alegrías y las grandes tristezas. Así sucede para Eneas, que se deja llevar por los deseos de los dioses, y para Dido, que, más bien al contrario, siente el futuro ya desde el principio como un negro nubarrón de presagio. Para él, el destino es una justificación de sus actos, una suerte de bendición que, pese a causar puntuales sufrimientos, conduce a la vida. Para ella, es una pesada losa que traerá la muerte, pese a haberse atrevido a desafiar lo escrito dejándose llevar por las pasiones prometidas por el troyano.

Te invito, lector paciente, a apachurrar la reproducción del óleo donde Pierre-Narcisse Guérin retrata, en 1815, a un Eneas que narra a Dido la destrucción de Troya (el cuadro original se encuentra en el Museo de Louvre; la obra de Dance-Holland, con la que abro esta entrega, se halla en la Tate Gallery, que por supuesto visitaremos durante nuestra estancia en Londres). Al apachurrar la imagen, escucharás la bellísima ópera de Henry Purcell compuesta en 1682. 


viernes, 5 de junio de 2015

Las epéntesis que no vi




Eduardo Moga me hizo una amable observación: al colocar en mi blog un enlace a su blog, no respeté la doble epéntesis del título (corónicas e Ingalaterra). Ya corregí mi error de lectura. ¡Pero cómo es la mente, tan independiente de nuestra voluntad, tan sobrada de sí misma! Huele como quiere, toca como quiere, lee como quiere, no hace caso más que a su propia realidad. Yo leí “Crónicas de Inglaterra” donde calaramente dice “Corónicas de Ingalaterra”. Y mi mente, necia, decidió que Moga escribió mal el nombre de su bitácora.

Tras esta experiencia, me entra un gran pavor.

Digresión: digo que “me entra” y no que “me brota”. Y esto me recuerda que aún no resuelvo la siguiente incógnita: ¿Estaré con Juan Manuel en Londres durante la primera semana del octubre que viene o durante la primera semana del octubre al que vamos?

En fin, que me entra el pavor porque…¡cómo es la mente! También sueña lo que quiere, por supuesto. Pero esto ya lo sabía yo. Lo que no sabía muy bien es que durante la vigilia la mente también hace su santa voluntad y no la nuestra.

¿Toqué alguna vez a la mujer que fue mi mujer, o toqué sólo a la mujer que mi mente inventó y dio por sentada? ¿Entré en ella o entré sólo en el espejismo de mi deseo?

De estos engaños mentales me he dado cuenta cada vez que quiero tomar el lápiz verde que está junto al lápiz rojo. Estoy seguro de tomar el lápiz verde, pero al escribir con él resulta que pinta rojo.

Supongo que padezco alguna enfermedad mental. La realidad se me escapa de los ojos.

Mensaje de Eduardo Moga



Con sabio amor y como si quisieran aliviar mis penas y cerrar mis heridas, los hados han puesto en el camino que me lleva a Londres al poeta Eduardo Moga (Barcelona, 1962), quien vive actualmente en dicha ciudad y con quien me he puesto en contacto. Me escribe:

Sí, Agustín, nos tomaremos una cerveza (o incluso más de una) en algún pub de esta ciudad fascinante pero hostil, multitudinaria y ruidosa, aunque llena también de rincones silenciosos y secretos. Podríamos muy bien hacerlo en Ye Olde Chesire Cheese. El lugar conserva el encanto,  físico y literario, de hace cuatro siglos. ¡Y la plaza de Trafalgar! No te quedará más remedio que visitarla. Casi todas las rutas turísticas, casi todos los paseos que valen la pena, pasan por ella.

(…)

Tu entrada de anteayer, por cierto, es sobre la Central Eléctrica de Battersea. Yo viví en un piso desde cuyo balcón se podía contemplar, y hoy sigo viviendo muy cerca de ella. Pero está cambiando: la van a convertir en una gran zona residencial y comercial. Creo que todavía podrás apreciarla cuando vengas a Londres, aunque esté llena de andamios y grúas.

Un abrazo.